viernes, 3 de septiembre de 2010

EL MANIFIESTO PESOA.

Por Quique Pesoa

Tiene razón el Bigote Acosta: tecnológicamente, los medios se han desarrollado a una velocidad vertiginosa. No así el mensaje, que está para atrás en cuanto a su contenido. Los periodistas y comunicadores somos cada vez más berretas y vacíos y, lo que es peor, somos pocos los que nos damos cuenta. El resto ha naturalizado esta situación. Encima desconocemos absolutamente las nuevas herramientas. Ni contenido, ni continente. Ni fondo, ni figura. Y hace noventa años que venimos haciendo radio. Esto, sin duda, es otra derrota.

Tuve la suerte de conocer a Fidel. Me/nos dijo que el sistema está hipertrofiado y hay que buscar las grietas que tiene para colarnos como ratones.

Estoy en San Marcos Sierras desde hace seis años. A 150 km al NO de Córdoba capital. Tengo una hostería, La Merced, que recomiendo. Armé aquí un estudio de audio y radio que me acompaña desde hace mucho tiempo. Incorporo todo el tiempo buenas tecnologías. Para el que entiende: Neumann, Manley VoxBox, Imacs, Pro Tools, etcétera.

Anécdota. Hace un tiempo ya, en un reportaje, el finado Guinzburg le pregunta a mi amigo Eduardo Aliverti qué haría si tuviese una radio. Contesta: “Lo repatriaría a Pesoa”. Usa, con buena intención, “repatriaría”. Claro, Pesoa se fue de la patria, sacó los pies del plato, se fue de Buenos Aires, está, como dijo el sabio Alexis Dolínades, “jugando al ermitaño”. Es decir, prácticamente es un nuevo desaparecido.

Contesto enojado: “En el interior también hay cosas que hacer, aunque la fama te sea esquiva, y queden lejos los martines fierros”. En una provincia feudalizada, con la pata de la Iglesia cuatrocientos años sobre la cabeza de la gente, el clientelismo político, la dependencia y el miedo... Ya lo creo que hay mucho por hacer.

Tengo una antena sobre la hostería, un transmisor M31 de apenas 40 watts que alcanza para que me escuche todo el valle y me odie parejo. ¿Por qué? Porque opino. Simplemente eso. Opino. Y aquí, la opinión, como concepto, no está bien vista. Hay mucho para intentar cambiar este estado de cosas. Para tratar de despertar el albedrío, que de por sí es libre. Falta pensamiento independiente, propio, personal.

Hace unos cuatro o cinco años llegó la banda ancha. Al principio la usaba como enlace con Radio Nacional Córdoba para hacer, desde mi casa, vía Internet, un programa semanal, El desconcierto del domingo, tres horas en un horario, de 11 a 14, por el que nadie se pelea ni discute. Sólo hace falta una compu común con un programita llamado Opticodec.

Un día llama un tipito de Firmat, Santa Fe, preguntando si podía bajar el programa y ponerlo al aire en su FM local. Preguntó cuánto costaba. Dije que nada. Que gracias por difundirlo. Hoy hay más de 110 emisoras que repiten El desconcierto en efeemes diseminadas por todo el país. No vivo de esto, no vendo publicidad. No es negocio y justamente eso es lo que lo mantiene a salvo de los Gollán, Vila, Manzano, Eurnekian y toda esa prole. Descubrí una grieta. La estoy usando. Sólo me preocupo por los contenidos. No es poca cosa.

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