sábado, 27 de agosto de 2011

Entrevista con Alfredo Olivera: “La Colifata es un fenómeno que después de 20 años sigue generando sorpresa".



El creador y director de la radio pionera en transmitir desde un neuropsiquiátrico con los pacientes como protagonistas, repasa los primeros 20 años de una experiencia multipremiada que traspasó las fronteras argentinas pero aún hoy sigue luchando por subsistir.

Por Mariano E. Pagnucco

Fue en octubre de 1990 cuando Alfredo Olivera, un joven argentino que recién daba sus primeros pasos en la carrera de Psicología, transitó por primera vez los pasillos del hospital José Tiburcio Borda, el neuropsiquiátrico insigne de Buenos Aires. Lo único que Olivera tenía en claro entonces era su voluntad de ayudar, pero nunca imaginó que dos décadas más tarde sería recordado por liderar una revolución clínica… y radiofónica. Esa aventura –que entrado el siglo XXI está esparcida por todo el mundo y ha tenido embajadores famosos, como Francis Ford Coppola o Manu Chao– se llama LT 22 Radio La Colifata y es reconocida como la primera emisora en transmitir desde un centro asistencial para pacientes psiquiátricos (con ellos como protagonistas). Lo que se dice, una historia de locos.

Durante sus primeras visitas al Borda, a Olivera le llamó la atención –más allá del padecimiento psíquico de los que estaban internados– la robusta pared que separaba a los pacientes del resto de la gente: el abandono, el aislamiento social. Como participaba de un programa en una radio comunitaria, se le ocurrió utilizar la voz de los internos como lazo con el afuera. La idea, concretamente, era tender un puente donde había un muro. Un día llegó al hospital y les planteó la propuesta a los pacientes. Los invitó a hablar sobre distintos temas, grabó las charlas y eso salió al aire en el programa. La respuesta de los oyentes fue mágica: una catarata de llamados de personas movilizadas por esas voces. Los radioescuchas querían saber más y dejaban preguntas para los pacientes, con lo que habilitaron, imprevistamente, la continuidad del tema. Olivera les llevó todas esas inquietudes a los dueños de las voces antes silenciadas, ellos siguieron participando (ahora alentados por los mensajes que llegaban desde afuera) y entonces nació La Columna de los Internos del Borda. Pero el conductor del ciclo, atento al protagonismo que fueron cobrando esas voces, les pidió que buscaran un nombre propio para el espacio. En la recorrida del sábado siguiente –grabador en mano– un interno hizo una encuesta entre sus compañeros. Surgieron alrededor de 40 nombres de lo más diversos, pero sólo uno –el que había propuesto Jorge Garcés– aludía a la locura: La Colifata, una derivación de la palabra “colifato”, que en lunfardo significa “loco”. Ése fue el que quedó, el que eligieron los oyentes de la radio y el que marcaría el comienzo de una historia que empezó a desarrollarse el 3 de agosto de 1991.

Fueron años de esfuerzos –y solidaridad externa: la radio no cuenta con ningún aporte económico estatal, a pesar de que el dispositivo radiofónico es una probada herramienta para la reinserción social de los pacientes– los que permitieron que La Colifata tuviera equipos, antena, frecuencia y estudios propios para transmitir desde el corazón del neuropsiquiátrico ubicado en el barrio de Barracas, en el sur porteño. Con todo ese trajín en el lomo, el licenciado Alfredo Olivera cuenta un episodio reciente, casi una broma del destino en el mes aniversario de los colifatos: “Por el asunto de los 20 años, les propuse a mis compañeros que el sábado de los festejos viniera Garcés para homenajearlo en vida. Hacía como tres años que no lo veíamos, estaba internado en una clínica privada. Llamamos a la clínica, nos dijeron que estaba bien, entonces iniciamos los trámites para que pudiera venir. Bueno, la mala suerte es que al día siguiente, falleció. Si bien el hecho, claramente, es muy triste, se dio una situación que no esperábamos. Ese sábado, su hermana, después de haber ido al entierro, vino a La Colifata para agradecer y testimoniar lo importante que era para Garcés la radio y, a su vez, para recibir el reconocimiento de los presentes de la importancia de Garcés, ‘el filósofo de La Colifata’ que le dio el nombre a la radio”.

Cuando empezaste a visitar el Borda, ¿cuánto sabías de Psicología y cuánto de radio?

De radio sabía porque siempre me interesó la radio. Cuando era chico me fascinaba la onda corta, captar las radios de otros países. Ésa es parte de la influencia, también mi papá y mi abuelo que eran periodistas. Y el tema de la Psicología, en realidad… es obra de La Colifata. Es al revés: La Colifata produjo un psicólogo y no un psicólogo hizo La Colifata. Cuando empecé estaba en primer año de la carrera y años después, habiéndose desarrollado bastante el proyecto, entre uno de sus efectos produjo un psicólogo. Lo que había era siempre mucho interés por las cosas, puntualmente en relación a lo social.

¿Qué te pasa por la cabeza en esta época, cuando mirás para atrás y pensás en los 20 años de La Colifata?

Y… tiene un valor simbólico muy fuerte, hay algunos momentos que te hacen dar cuenta de que realmente pasaron 20 años y de que casi la mitad de tu vida la dedicaste a eso. Es muy fuerte porque pasaron muchas cosas en todo este tiempo, la mayoría de ellas muy intensas y muy positivas. Siento muchas cosas, principalmente la alegría de haber llegado, mínimamente, a 20 años.

Palabras que construyen lazos

En la historia de dos décadas que recorrió La Colifata hubo hitos diversos. El primer gran impulso que recibió el proyecto se debió a Lalo Mir, un radialista apasionado que quedó fascinado con la iniciativa y hasta llegó a hacer un “Móvil Colifato” en su programa (ver Yo también soy un colifato). También se sumó a la difusión Nelson Castro, quien accedió –en su doble condición de periodista y médico– a la difusión de las producciones de los pacientes. Promediando la década del ’90, la buena voluntad de oyentes y conocidos permitió ampliar la estructura técnica. En ese sentido, hay anécdotas brillantes, como la de la familia que donó un viejo Citroën que hacía las veces de móvil de exteriores.

Los años transcurrieron y la expansión de La Colifata excedió ampliamente las fronteras argentinas; de hecho, hoy en día hay experiencias similares en Francia, España, Italia, Suecia, Costa Rica, Uruguay, Portugal, Canadá y un largo etcétera. De todos modos, lo revolucionario de La Colifata no pasa sólo por “levantar puentes donde hay muros” a través del intercambio comunicacional que se produce entre el adentro y el afuera, sino que la propia práctica de radio, la “clínica del acontecimiento” que se genera espontáneamente cada sábado cuando la palabra circula entre internos, visitantes y oyentes, es un pata importante en el tratamiento de los pacientes de cara a su reinserción en la vida puertas afuera del hospital. Los múltiples premios y reconocimientos que ha recibido la radio en este tiempo son prueba cabal de ese efecto transformador.

Leía algunos documentos en la página web que explican los fundamentos del proyecto desde el aspecto clínico. Un hecho destacado es que el uso de la palabra les permite a los pacientes construir su propia subjetividad, que es una de las fallas que se dan en la psicosis. ¿Qué importancia tiene que ellos tomen la palabra y a partir de eso se construyan como sujetos?

Sí, en realidad el ser humano se construye a partir del habla. Cuando se menciona la psicosis se habla de una falla o un modo particular de articulación del psiquismo. Eso determina una posición desde donde se percibe el mundo. Se dice que quienes se constituyen en esta posición, el modo que tienen de percibir el mundo va y viene de las realidades convencionalmente aceptadas y son habitados por otro tipo de fenómenos, muchos de ellos que los hacen sufrir de verdad. La posibilidad del uso de la palabra… que igual yo creo que excede la cuestión de la palabra, porque la gente que está del otro lado escuchando no lo ve, pero el encuentro en una mirada, la gestualidad, también hacen a lo simbólico. Hacen que algo nos dé cobijo en el encuentro de dos, donde hay un entendimiento o un desentendimiento, pero algo de lo simbólico se juega allí. Un espacio radiofónico habilita una serie de procesos. El primero, y quizás el más interesante, es que no juegan a la radio, sino que tienen una radio. No es un taller que sirve como excusa para lo terapéutico ni un espacio para recuperar habilidades cognitivas. Acá se participa de una experiencia de encuentro que habilita la posibilidad de un trabajo que ayude a ir deconstruyendo ciertos posicionamientos encriptados en el dolor, pudiendo la palabra mediar entre el dolor hecho carne y la distancia que puede poner la palabra con ese dolor al nombrarlo. Y no sólo eso. La radio, por definición, está destinada a un otro, entonces genera un lazo. Y cuando hay tantos oyentes… Eso es una de las cosas más maravillosas de La Colifata, que hay gente que tiene ganas de escucharla, no es que dice “la escucho porque tomé conciencia social de tal o cual cosa”.

No hay dudas de que fuiste vos, Alfredo, quien dio el primer paso para que el proyecto se desarrollara y creciera. Sin embargo, todo el tiempo está muy presente la idea de que La Colifata es una construcción colectiva y no el mérito de tal o cual persona.

La identidad de La Colifata, aquello que podría definirla –aunque en realidad nada puede definirla, y quizás eso es lo más interesante de La Colifata– es que se deja definir por múltiples y variados discursos, pero en ninguno de ellos, ni siquiera en el mío, se deja atrapar o acabar. La radio no es prisionera de ningún relato y tal vez ese doble cruce la hace interesante, la hace un fenómeno con una fuerza viva que radica, me parece, en la potencia del acontecimiento. Y el acontecimiento tiene que ver con un punto de encuentro o un abordaje de medios de comunicación que genera puntos de encuentro donde los constructores del sentido que se va produciendo en el devenir del proyecto, somos todos: oyentes, integrantes de La Colifata y quienes coordinamos, que nos ubicamos como ese vector que permite la articulación entre el campo social y el campo específicamente clínico para que se pueda seguir potenciando y produciendo acontecimiento. La Colifata es eso, un fenómeno que después de 20 años sigue generando sorpresa, asombro… Muchas veces hablamos de una clínica del asombro, no porque sea curiosa o rara, sino por la dimensión del asombro como aquello que ocurre cuando algo que no era pensado ni previsto acontece, y cuando eso pasa, algo del fenómeno comunicacional emerge. Ahí es cuando la palabra de los colifatos comunica y hay otro que se siente convocado y lo hace saber, porque ese otro también construye La Colifata.

Además, los oyentes tienen una relación de mucha cercanía, mucho cariño con los pacientes que participan.

Cuando se producen esos encuentros, nosotros intentamos ir acompañando estos procesos de construcción de lazo, desarrollo de lazo, sostenimiento y gestión de ese lazo. Hay gente que viene a La Colifata una, dos, tres, diez veces, después se hace amiga de uno u otro y esa relación se torna independiente del proyecto de radio, y en caso que lo necesiten nos preguntan. Entonces, hay una cuestión intrasubjetiva, otra cuestión intersubjetiva, y si tuviese que definir hoy el objetivo general en relación al trabajo con los usuarios de este espacio (gente con diagnóstico psiquiátrico), diría que tiene que ver con trabajar en función de la construcción de espacios de autonomía. Autonomía es aquello que permita que el modo en que ellos están en la vida y las relaciones sociales que van estableciendo, les permitan ser cada vez más –muy entre comillas– “dueños” de su devenir, que puedan gestionar las relaciones con los otros de una manera lo más satisfactoria posible.

La aplicación del dispositivo de la radio en el tratamiento de los pacientes viene dando excelentes resultados en cuanto a la socialización de los que dejan el hospital. ¿Cómo influyó en 20 años la experiencia de La Colifata en la mirada del afuera hacia las personas con patologías psíquicas?

Ahora estamos empezando a recoger algunos pequeños frutos de esta tarea que emprendimos no solo nosotros, sino que también hay muchos otros grupos que lo vienen haciendo, cada uno con su estilo y su manera. Creo que La Colifata logró sacar los pies del plato de lo que está ubicado dentro de la salud mental y llegar más allá de eso, justamente para poder producir salud mental. El hecho de que ahora las personas internadas en los psiquiátricos o con diagnósticos psíquicos vuelvan a estar habilitadas para votar, en parte es un granito de arena que aportó La Colifata. Nosotros hacíamos elecciones simbólicas en el Borda desde el ’95. Hoy se vota ya no solo simbólicamente sino concretamente, y al votar concretamente el efecto simbólico que genera en la gente es muy fuerte. Hay muchísimos logros desde el punto de vista del Derecho y la restitución del Derecho con su efecto en la promoción de la dignidad de cualquier sujeto… el matrimonio, por ejemplo. También aportó a las experiencias argentinas y de todo el mundo que ven en la herramienta de la radio o del abordaje de los medios una oportunidad para… se puede decir de millones de maneras, la que más me llama ahora es: una oportunidad, una actividad que puede interpelarnos. Tiene que ver con la interpelación, no tanto de la locura sino de lo humano. Lo que ocurre es que habilitando lugares para la expresión de este colectivo excluido, hay algo de la producción cultural que se pone en juego y me parece que eso es un aporte que nos ayuda a ir pensándonos e ir construyendo eso que queremos ser o vamos siendo. Además… bueno, hace 20 años era como muy… raro de pensar. Quizás voy a usar un lugar común, pero parecía “una locura” una experiencia de este tipo, y hoy es algo habitual, nadie se sorprende por que haya proyectos de abordaje de medios para estos usuarios de servicios de salud mental. Creo que al menos hemos dejado alguna impronta, desde que existe La Colifata, en relación al mundo en que vivimos.

De artistas, de locos y de bolsillos flacos

Entre las prácticas rupturistas que vinieron a instalar Olivera y su equipo (en cada emisión lo acompañan otros coordinadores, la mayoría psicólogos y psicólogas jóvenes que ponen sus conocimientos y sus ganas al servicio de la “clínica del acontecimiento”, además de hacer un seguimiento de los participantes que incluye escuchar sus testimonios grabados), el uso de un lenguaje menos cargado de estigmatización en relación al universo simbólico de las enfermedades psiquiátricas, es un logro importante. Tal es así que los “pacientes” se convierten en “usuarios” y el sentido común no es suficiente para definir con claridad los parámetros de “la locura”.

La Colifata fue pionera en transmitir desde un neuropsiquiátrico, como también fueron pioneros los que realizaron en Buenos Aires la primera transmisión radiofónica de la historia. A ellos se los recuerda, justamente, como “Los locos de la azotea”. ¿Qué pensás de esa asociación de la locura con lo peligroso y también con lo revolucionario?

Son como imágenes que merecen ser, de alguna manera, deconstruidas. Aquello que quedaría ubicado del lado de la locura no representa unívocamente la genialidad o la hipercreatividad; ya sea el caso de La Colifata, ya sea una experiencia mucho más trascendente como la creación de la radiofonía. Eso no define a ese fenómeno que llamamos “loco”, sino que lo ubica como capturado por la genialidad, y al quedar ubicado ahí caemos en una idealización que niega la dimensión del padecer, del sufrimiento. Cuando una persona entra en crisis, la pasa muy mal; si a eso se suma lo que produce la emergencia de una crisis, que es temor en los otros y rechazo social, quien sufre, sufre el doble porque carga con su padecer más el rechazo social. El mismo razonamiento se podría aplicar para deconstruir esa construcción social que vincula a la locura con la peligrosidad. Yo creo que hay algo de intrépido y de innovador, pero esas dos dimensiones no son patrimonio ni de cuerdos ni de locos, sino de la creación de condiciones para que se produzca algo que antes era imposible que se produjera. Eso es intervenir en la realidad, y no es patrimonio de ninguna captura en términos psicopatológicos o de estructura psíquica, pero a veces es difícil comunicarlo. Lo que sí creo que conmueve de proyectos como La Colifata es que hay lugar para las distintas estéticas del ser, los distintos modos de expresar los sentimientos, la vida. Cuando eso se articula en un puente que logra llegar del uno al otro –y ahí sí está el lugar de quienes coordinamos como artistas tramatizadores de lo disperso–, se producen cosas como algunos momentos de la transmisión. El que está del otro lado escuchando va modificando el espacio, construyéndolo, y se generan climas muy particulares, algunos muy arriba y otros muy abajo. Eso es muy interesante.

En una entrevista de hace unos años, decías: “Nos visitó Francis Ford Coppola, hicimos un disco con Manu Chao, nos recibió el Papa… en fin, somos famosos, pero la verdad es que a veces no tenemos para pagar la luz de la oficina”. Después de dos décadas de venir desarrollando este proyecto que tuvo repercusión en todo el mundo y dio muestras de su utilidad, el financiamiento, aunque parezca mentira, sigue siendo un problema.

Sí, sobre todo este año. Los últimos tres años nos financiamos en un 85 por ciento con plata que venía del exterior. En el año 2011 no tenemos ningún tipo de financiamiento y, de hecho, toda la estructura que había logrado profesionalizarse, bueno, sigue siendo profesional pero no rentada. Eso hace que se haya ido reduciendo la estructura de La Colifata, mucha gente se fue. Ahora ya no es una metáfora decir “no tenemos para pagar la luz”, es una realidad. Esas cosas duelen porque después de tantos años es como un poco… inentendible. Ojalá, no sé, nos encantaría que desde aquí nos den una mano para que se pueda financiar el proyecto. No alcanza para sostener el proyecto la buena voluntad, el buen corazón que todos tenemos y seguimos teniendo, la pasión que nos acompaña a mí y a todo el equipo. No alcanza porque, para hacer un trabajo con resultados útiles, buenos en función de los objetivos que se proponen, se necesita gente que esté trabajando. Cuando empezamos a recibir financiamiento –en el 2001 y después del 2004– y comenzamos un seguimiento estadístico, destinando el 20 por ciento del presupuesto anual al desarrollo de herramientas que nos ayuden a medir y a evaluar procesos y resultados, nos dimos cuenta el alcance que tenía La Colifata tanto en términos clínicos como sociales. Para sostenerlo se necesita una estructura profesionalizada, y a veces eso es lo más difícil de sostener como espacio de comunicación. O sea, la gente tiende a enamorarse de La Colifata desde lo que se ve, como un espacio de mucha espontaneidad, y en la construcción que hace el otro de un grupo de gente como inmaculado, personas que dejamos la vida por esto. Eso es independiente, yo puedo dejar mi vida por San Lorenzo, pero no sé qué utilidad tiene. Las cosas que valen no se miden por cuánto dejás la vida por ellas, me parece, sino por la calidad de la herramienta que construís para intervenir en relación a un problema. Y La Colifata, para sostener eso, necesita dinero. Ojalá llegue.

Para conocer más y colaborar con el proyecto:

LT. 22 Radio "La Colifata"

www.lacolifata.org - lacolifataorg@gmail.com - www.facebook.com/radiolacolifata

Virrey Avilés 3740 - Depto. D - CP: 1427 - Buenos Aires, Argentina

Tel./Fax: (5411) 4554-4356

Transmite en vivo los sábados, a partir de las 15, en FM 100.1 MHz (Buenos Aires) y a través de su sitio web.

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