Durante una serie de
emisiones especiales, compartimos el espacio del programa con los hacedores de
historias, aquellos que suelen hablar a través de sus creaciones y esta vez se
animaron a hablar en primera persona.
Por Mariano E.
Pagnucco
Tener al aire un programa propio. Tener al
aire un programa propio para compartir historias. Tener al aire un programa
propio para compartir historias y conocer a otros radialistas apasionados.
Desde que “Historias en el aire”, el
programa de Narrativa Radial, se hizo realidad, los anhelos proyectados al
comienzo se fueron concretando como por arte de magia. En ese sentido, el verano
pasado fue testigo de un gran gusto que nos dimos los narrativos: salir del formato tradicional de editados, ficciones y
narraciones para sentar a nuestra mesa, en vivo, a muchos artistas anónimos que
cada emisión nos engalanan con su amor por la radio y –claro está– con sus
historias. En esta nota nos proponemos rescatar, a través de las palabras de
cuatro de esos invitados, algunas reflexiones valiosas sobre el medio de
comunicación que más nos apasiona.
El
hombre que quiso atrapar el viento
Mariano Randazzo trabajó en radio desde
antes que pudiera considerarlo un trabajo. En FM De La Calle, la radio
comunitaria que fundó su padre en su Bahía Blanca natal, había un escape
posible al agobio de las tareas escolares. Fue en ese paisaje de micrófonos,
consolas y antenas que encontró su lugar en el mundo, el mismo con el que se
identifica hoy, cuando la radio es para él, en simultáneo, trabajo y disfrute: "Una
cosa es lo que hago para vivir, que tiene que ver con la radio que busca un fin
de lucro. Por suerte, laburo de lo que me gusta y con gente que admiro y de la
cual aprendo (Nota: Mariano, entre otras cosas, realiza ediciones artísticas
para Eduardo Aliverti y Víctor Hugo Morales). Para mí la radio comunitaria, que
es en la que me crié, es la posibilidad de desarrollar el placer en mi oficio”.
Ante esa contradicción aparente, las
convicciones de este radialista tienen raíz firme: "La experiencia de la
comunicación popular, comunitaria, alternativa es que está llena de libertad,
entonces ahí uno pone en juego absolutamente todo lo que quiere, lo que desea,
lo que tiene ganas, en ámbitos colectivos, que también es distinto. La radio
comercial está absolutamente jerarquizada, estratificada. Uno entra a un equipo
de laburo donde tiene un rol y muchas veces no participa de la mayoría de las
decisiones. No así en la otra experiencia. Entonces para mí, como profesional
del medio que soy después de trabajar tanto años, mi deseo radiofónico lo
cumplo en la radio comunitaria”.
Tiempo después de sus incursiones
infantiles en la radio bahiense, a Mariano le tocó la oportunidad de fundar,
como su padre, una emisora comunitaria: Radio Sur, una FM de Buenos Aires. Esa
experiencia, que lo encuentra curtido de horas-radio que acumuló todos estos
años, es también un nuevo aprendizaje: “A 20 años de las radios comunitarias,
uno puede hacer balances muy positivos de algunas cosas y marcar cosas
pendientes. Entre lo positivo, la capacidad de experimentación que nos permite
ese tipo de medios sigue siendo única y para mí es vanguardista. Inclusive en
términos de formación y capacitación. En los medios sistémicos rara vez se da
esa cuota de incentivar a los trabajadores capacitándolos, formándolos,
enseñándoles nuevas cosas. Bueno, en las radios comunitarias permanentemente
desarrollamos eso. Es ir rompiendo límites, y el desafío actual de este tipo de
experiencias es lograr mayor masividad”.
En su rol de realizador sonoro, Mariano se
ha convertido –según contó– en un fotógrafo de oídos atentos: "Muchos de
los ambientes que uso los grabo en la calle. Me gusta ir retratando lo que yo
llamo fotos sonoras. Casi todo lo que sucede en los ámbitos urbanos tiene que
ver con la humanidad, con el hombre trabajando, actuando. En la ciudad, si no
fuera por los seres humanos, casi no habría sonidos. La jungla de cemento suena
porque hay un taxista que pasa, un cartonero que lleva un carro, una alarma que
fue activada. Hay una presencia de la humanidad generando sonidos todo el
tiempo que no pasa en los ambientes naturales. A mí esa humanidad trabajando me
encanta. Me encantan los carros en los barrios cuando pasan y venden cosas, los
vendedores en los transportes públicos, poder grabar a los afiladores que
todavía existen, y más y más. En ese sentido, la ciudad da, a nivel fotos, un
amplio espectro". Es, al cabo, un cazador de sonidos atento al que sólo le
fue esquiva una utopía de la infancia: "Lo que suena en Bahía es el
viento, que es de lo más difícil de grabar. Es muy jodido grabar el viento".
El programa completo dedicado a “Historias
perdidas en la radio”, con Mariano Randazzo, se puede volver a escuchar acá.
El ignorante
radiofónico
Pedro Patzer transitó calles de tierra cuando
era niño, más tarde los caminos del rock y de la literatura y luego, en una
esquina inesperada de su existencia, se encontró con la ruta del folklore. De todo
eso, más su eterno cariño por la radio, salió un hombre que escribe para los
oídos. ¿Un poeta de radio? "Homero Manzi decía algo muy lindo: que él no
era un hombre de letras sino que hacía letras para los hombres. A decir verdad,
yo cada vez sé menos de escribir y menos de radio, y eso es hermoso. En
realidad, me parece que es una cuestión de sensibilidad. La radio es un
elemento más. Yo no creo que haya gente de radio, hay humanos tratando de
expresar cosas. De hecho, yo no me siento un hombre de radio, me siento un ser
humano tratando de expresar cosas. Me siento muy parecido a un pintor, haciendo
radio”.
Su modo de pintar otros mundos posibles se
materializa en el aire de Radio Nacional Folklórica, la emisora estatal
dedicada a los ritmos de tierra adentro de la vasta Argentina. Allí, Pedro es
guionista de contenidos artísticos, casi una ironía en tiempos de
programaciones clonadas y escaso vuelo creativo: "Estamos viviendo todo lo
opuesto a cómo empezó la radio. La radio nació con unos locos en la azotea con
una idea artística de la radio. Y hoy están los verdugos de esos locos de la
azotea, porque sólo es periodística, sólo es literal la radio, el proceso fue
al revés. Me parece que faltan artistas de radio, faltan artistas de radio. Fernando
Peña era un artista; aunque ideológicamente no coincido con muchas cosas que
hacía, era un artista. Alejandro Dolina también".
Cada día, cuando la ciudad de Buenos Aires
amanece, está este hombre canoso en una oficina de una radio pública creando
nuevas ropas para vestir una programación entera: "Si en la vida todos los
días están pasando cosas, yo no entiendo cómo una radio puede tener la misma
artística todo el año. Si puede haber una artística sólo para el lunes o para
el martes, una artística dedicada para las-y-cuarto o para las-y-dieciséis.
¿Por qué hay que poner el despertador a las seis en punto? Armemos una
artística para las-y-dieciocho de cada día. Un día para los pájaros argentinos,
un día para los ríos, para el lunes, para el martes, para el miércoles, un día
para los ilustres desconocidos y un día para los que tuvieron insomnio anoche.
¿Por qué no? Si tenemos en la radio esa posibilidad de no necesitar
presupuesto, es sólo imaginación, grabarlo y hacerlo. Eso es hermoso. Desde la
artística de la radio tenemos la posibilidad de empezar a hacer contenidos”.
La apasionada charla con Pedro dejó muchas
reflexiones para guardar y una certeza: se trata de un hombre de radio,
¿verdad? "A mí me cansan mucho las sectas que se arman en radio. Escuché
tantas veces decir "éste sabe de radio", "aquél no sabe de
radio", "éste es un bicho de radio" y me burlo, porque Dolina...
se supone que cada tantos minutos hay que mandar una canción y Dolina está una
hora sin mandar una canción, a veces toca el piano. ¿Y qué le van a decir a
Dolina? ¿Quién sabe de radio? Es lo mismo que digan que un cura, porque hizo el
seminario, sabe hacer milagros. A veces un milagro te lo hace un perrito, un
silencio, un buen libro, un buen perfume, un vino, un amigo, una charla, la
noche, un recuerdo. Un cura, porque fue al seminario no te va a hacer un
milagro. Con la escritura es lo mismo, cada cosa se transforma en una
experiencia humana que vuelve a ser la primera ignorancia que te llena de vida
y de ganas de vivir".
El programa completo dedicado a “Historias de
tierra adentro”, con Pedro Patzer, se puede volver a escuchar acá.
El
señor de las metáforas
Oscar Bosetti tiene con la radio una
relación de recíproca gratitud. Él le debe a la radio la amena compañía durante
una convalecencia cuando niño (el flechazo inicial de un amor a primera escucha),
la rica historia a cuyo estudio dedicó gran parte de su vida como investigador
y los vaivenes técnicos y artísticos que le dan argumentos para seguir hablando
de ella. La radio, por su parte, le debe a él sus aportes como locutor,
periodista y productor de formatos pensados para mejorar el dial, el eterno
acompañamiento en su condición de oyente apasionado y el amor incomparable que
le profesa, el mismo que contagia en sus clases y en sus charlas: “A diferencia
de lo que decían nuestras madres y abuelas (“vos estás en el aire”) para
indicar que uno vivía desligado de los problemas terrenales, lo interesante del
hecho radiofónico –haciéndolo o escuchándolo– es que uno está en el aire pero
debe estar con los pies en la tierra, atendiendo lo que pasa en la tierra”.
Orfebre del lenguaje bien empleado y de las
ideas expresadas claramente, Oscar tiene una particular devoción por las
metáforas: “Las metáforas son encantadoras: hablar del éter, del domicilio que
es el aire, de escuchadores, de radialistas, entre otras múltiples expresiones
que identifican a las mujeres y a los hombres que forman parte de este medio. Como
en algún momento lo definió Orson Welles, el hecho radiofónico es “el teatro de
la mente”, el lugar donde todo ocurre sin necesidad de un escenario físicamente
visible, de actores físicamente observables, de luminosidades, de vestuarios,
de maquillajes, sino que cada uno va construyendo ese espacio de representación”.
Entre las ideas que compartió durante el
programa, dejó en claro que “la radio en nuestro país es buena”. Y también hizo
un diagnóstico de posibles mejoras: “Podríamos estar mucho mejor. Incluso,
podríamos imaginar a ciertos empresarios del mundo radiofónico apostando de una
manera más convencida en sus propios medios, generando espacios para
guionistas, para editores, para aquéllos que formen parte de un aire que se
engalane, se complete con mayor cantidad de piezas y de producciones. Hoy los
empresarios no apuestan a eso porque hacen de la radio una empresa comercial
donde se tienen que minimizar los costos y maximizar los beneficios. A lo
mejor, una de las dificultades que tiene la radio para llegar a ese nivel de
excelencia que uno quisiera es que no se cuenta con todos los actores
necesarios para ese mejor estilo de puesta al aire”.
Consultado por sus deseos para el futuro
del medio, Oscar echó al aire una propuesta bien ambiciosa: “Así como en
determinado momento, y hasta la actualidad, la oferta televisiva se ha
segmentado, particularizado y hay canales de videoclips, de noticias, de
deportes, en fin, canales temáticos; mi deseo para el futuro es que la radio
avance hacia esa zona. No clonando, copiando o reproduciendo lo que estableció
la televisión, sino abriendo posibilidades. Yo sería, probablemente, uno de los
tipos más felices si tuviéramos una radio de humor las veinticuatro horas. Si
tuviéramos una radio dedicada a la historieta las veinticuatro horas o si
tuviéramos una radio dedicada a las leyendas de nuestro continente contadas por
la propia gente, y no espacios dentro de una programación. La radio
generalista, esta radio que tiene un poco de todo, creo que es lo que ya está
instalado. Ahora habría que avanzar –y me parece que es ahí donde deposito la
expectativa, el deseo– hacia la especialización: radios especializadas en temas
particulares”.
El programa completo dedicado a “Historias para
oídos lectores”, con Oscar Bosetti, se puede volver a escuchar acá.
El
guardián de la oralidad
Juan Pablo Berch es un RR: radialista
rioplatense. Nació en Uruguay, pero de muy pequeño llegó a Buenos Aires junto
con su familia. Ahí conoció por primera vez la radio, o algo parecido a ella: "Tengo
un recuerdo muy lindo de cuando era chico. En aquella época no había internet
ni tanta comunicación, entonces mi abuelo me escribía cuentos, les ponía fotos
para que fueran accesibles y yo los pudiera ver hasta que no supiera leer, y mi
viejo me los leía. Tengo el recuerdo de estar sentado a una mesa un domingo y
mi viejo leyéndome las historias que inventaba mi abuelo. Ésa fue la primera
vez que no sé si escuché radio, pero escuché algo que podía ser la radio,
alguien relatando un cuento, una historia inventada por un abuelo, y que eso me
atrapara”.
En el patio de su infancia moldeó su
vocación, a tal punto que de grande supo que esa rutina narradora de su abuelo
y su padre, también marcaría su destino: "La radio tiene esa mezcla justa
que necesitaba para mi vida, es el lugar que me permite contar historias. Ése
es, básicamente, el rol que elegí en la radio, contar historias. Me parece que
es el lugar más lindo". El refugio que él y un grupo de colegas han
inventado para contar historias se llama “América Profunda”. Desde allí
emprenden la noble tarea de rescatar las memorias del continente como una
prolongación de la palabra que en otros tiempos flotaba de boca en oreja: "La
radio es el lugar adonde fue a parar la oralidad. La oralidad nació con el
hombre antes que la escritura. Creo que es Walter Ong quien dice que hay
pueblos que pueden no tener escritura, hay pueblos que se han descubierto y que
nunca escribieron nada, pero no hay ningún pueblo que no tenga oralidad. Y la
radio es la hija de la oralidad. Nosotros estamos acá, nos sentamos, decimos
algo, alguien nos escucha y ese alguien lo reparte a otro... bueno, eso es la
oralidad". Es palabra de Juan Pablo.
El programa completo dedicado a “Historias
de América Profunda”, con Juan Pablo Berch, se puede volver a escuchar acá.
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