martes, 6 de abril de 2010

Hospital fantasma.

Una madre cuyo hijo está gravemente herido en un hospital se desespera por la falta de atención médica.

Autor: María Victoria Pérez









(http://www.narrativaradial.com/audios/Accidente_editado_final.mp3)

La calle del agujero en la media.

La poesía inspirada de Raúl González Tuñón que desprende música y sonidos.

Autor: Raúl Gónzalez Tuñón (texto), Aldana Tenaglia (interpretación), La Linterna Mágica (producción)










(http://www.narrativaradial.com/audios/tunon.mp3)

López es indispensable

El alegato ante los jueces de Jorge Julio López, ex víctima de larepresión ilegal durante la dictadura y reciente desaparecido en pleno régimen democrático.

Autor: Mariano Randazzo (edición)









(http://www.narrativaradial.com/audios/lopez_es_indispensable.mp3)

EL ARTE DE COMBINAR LOS SONIDOS.

La utilización de la música en la radio.

Por Marcelo Cotton.


¿Para qué sirve la música en un relato de radio?
Algunos desprevenidos apuntarán que la música se usa como “cortina” o “fondo” para dar “ritmo” a las palabras de algún locutor o conductor. Sin embargo, la llamada “cortina musical” tiene apenas un mínimo potencial en relación al enorme potencial de la música en el medio radial y, en muchos casos, sólo sirve como red de rescate ante la falta de palabras claras o para evitar que el silencio las refuerce y las deje al desnudo.

La música narra, cuenta. Nos sumerge en distintos universos, expresa y genera sentimientos y sensaciones.
Basta con escuchar la música del informativo para predisponernos a “saber lo que pasa en el mundo”. Basta con escuchar una música melancólica para tentarnos a sacar nuestra propia melancolía así como cualquier otro sentimiento inherente.
La música -o su falta- nos proporciona como oyentes predisposiciones sentimentales y sensoriales.
Ahora bien, la música se graba en nuestra mente y se identifica con recuerdos e imágenes. Lo que a una persona le genera una misma canción no será lo mismo que a otra. A alguien, determinado tema musical le hará recordar un verano. A otro, le recordará cuando esa canción sonaba en el tocadiscos de su padre. Esto pasa con las canciones conocidas, nos trasladan a momentos grabados en nuestra memoria, como si esos momentos tuvieran su propia banda sonora de la película de nuestras particulares vidas.
Sin embargo, la música en un relato tiene el gran poder de transformarse, de resignificarse en función de su combinación con la palabra, con los sonidos y los silencios. De volverse parte de un todo sonoro, nuevo y original, que es cada relato radial.

La música va directo al corazón de los oyentes, también al vientre, a las tripas, a las piernas, a los pies o a los pulmones. Se introduce por los poros de la piel y nos penetra, el cuerpo es su sostén y su impulsor.
He aquí, por tanto, que la música es una de las herramientas más poderosas de manipulación sensorial en la radio -y también en la televisión-. Ya que va directo al cuerpo de los oyentes, sin pasar por la racionalidad, puede generar todo tipo de sentimientos y sensaciones adversas. Por ejemplo, una información sobre una manifestación popular sobre una música de terror plantearía subliminalmente la sensación de peligro sobre la misma.
La palabra puede estar relatando algo y la música puede generar al mismo tiempo todo un mundo de sensaciones que automáticamente el oyente sobreimprimirá sobre el texto. Pero así como es una herramienta poderosa para generar sentimientos y sensaciones adversas, también lo es para lo contrario. Cualquier relato, ya sea de la realidad o de la ficción, puede obtener, por medio de la música sabiamente situada, un vuelo poético, una belleza única.
Imaginemos un informativo con música de Bach. Imaginemos un análisis político con música de salsa. O una crónica de un crimen pasional con música de bolero. Y confirmaremos el rol narrador de la música y su influencia en el mensaje.

La radio es un medio sensorial antes que racional. Por lo tanto, quienes hacen radio y saben del poder de la música en ésta y la usan sabia e intuitivamente, se convierten en artistas de radio, cuyo lenguaje se podría definir sin temor a equivocarnos como el arte de combinar los sonidos.

“NOS BURLAMOS DE LOS LUGARES COMUNES DEL MEDIO”

Entrevista con Pablo Marchetti, conductor de Radio Barcelona.

Por Mariano E. Pagnucco


Barcelona es la revista de actualidad que vino a revolucionar los medios gráficos argentinos, allá por 2003, con su estilo mezcla de periodismo comprometido y humor corrosivo. Desde sus tapas, la publicación anunció la muerte de Clarín (incluido el logo del diario sobre una lápida), le adjudicó a Ingrid Betancourt la noticia de que “Julio López no está en la selva” y hasta especuló con que “Ahora dicen que Piñón Fijo es Alfredo Yabrán”. Esa particular mirada sobre la realidad extendió su alcance a un libro, un musical de teatro, un programa televisivo y, en versión más reciente, un espacio radial. Pero al margen de otras definiciones posibles, Barcelona es un grupo de amigos que comparten el amor por el oficio periodístico y, en la medida de lo posible, se divierten trabajando en equipo. Pablo Marchetti es uno de ellos. Este joven –robusto, pelado y con barba prominente– conduce desde febrero Radio Barcelona, el programa que cada sábado de 12 a 13 sacude de su calma a los oyentes de Radio Nacional.

¿El hecho de salir por la radio pública los condicionó de entrada en cuanto a los contenidos?

Un poco sí. Por eso el primer informe que hicimos en el primer programa era si se podía ser millonario y progresista ó si se podía ser progresista teniendo dos millones de dólares. Fue una forma de decir “nosotros vamos a hablar de esto y nos chupa un huevo cuál es la línea de la radio”. Eso no quita que vayamos a hablar de Macri o de cosas que le pueden resultar simpáticas al Gobierno por tratarse de sectores opositores. Pero sí sentimos cierto condicionamiento, a pesar de que tratamos que el programa sea lo más parecido posible a la revista. Siempre buscamos hacer algo que nos cierre a nosotros, que nos guste, que nos caliente, que nos dé placer, sin pensar en la reacción del oyente. Por otro lado, la respuesta que tenés en la radio es inmediata y muy distinta a los tiempos de la gráfica. Empezaron a aparecer oyentes maravillosos que generan una artística que nosotros jamás podríamos hacer. Me refiero, sobre todo, a la gente que putea, que dice que el programa es una basura, que cómo puede ser que Radio Nacional ponga eso al aire… Nosotros pasamos todos esos llamados porque son geniales.

¿Se pusieron a pensar que cuando el programa saliera al aire iban a confluir dos tipos de oyentes: los seguidores de la revista en papel y los desprevenidos que escuchan por costumbre Radio Nacional?

No, no teníamos ni idea. Lo hicimos sin pensar, y seguimos haciéndolo sin pensar en el oyente, pero ahora sabemos que está ese oyente. El otro día, por ejemplo, planteamos que se viene una nueva guerra por Malvinas y sacamos del aire un tema de Led Zeppelin diciendo que no queremos música foránea, que no le vamos a hacer el juego a los piratas. Enseguida llamó una mujer, indignada porque no podía ser, si Shakespeare era un genio… Y nosotros, por supuesto, tratamos de pirata a Shakespeare, Los Beatles y todo lo que tuviera origen anglosajón. Es maravilloso encontrarse con esos oyentes. Creo que los mensajes de la gente tienen un correlato con la sección de correo de la revista, donde hay un registro distinto ya que nosotros hablamos ahí de un modo distinto al resto de la revista. Decidimos darle un espacio importante, y se produjeron discusiones grosísimas sobre temas diversos: desde si el Gobierno es más progresista que la oposición y si eso lo transforma en progresista en sí, hasta el conflicto árabe-israelí, en el correo se dieron debates enormes. Y en la radio, al tener esta cuestión de la comunicación inmediata, se podía generar ese espacio, y se está generando. Vemos también que hay un montón de llamados y de mails, y en esa cantidad hay calidad, un porcentaje alto es de calidad como para generar… ¡quilombo, vamos! De eso se trata.

¿Qué sensación les quedó después del primer programa de Radio Barcelona?

Bastante chota, en verdad. Tuvimos un par de quilombos técnicos, estábamos muy nerviosos y hubo un par de cosas que creíamos que se iban a resolver de determinada manera… Fue acomodarnos, porque no tuvimos prueba, no hicimos ni un piloto. Además, entre diciembre que terminamos el libro y enero, nos tomamos vacaciones todos, y si bien estuvimos laburando mucho y grabando cosas, nunca todo el grupo junto. Hubo poco laburo previo y pagamos todo el derecho de piso. Creo que coincidimos todos, en un punto, en que agradecemos que haya sido tan malo, aunque no sé si fue tan malo, pero sí mala para nosotros la experiencia del primer programa. Después, para el segundo nos internamos, sirvió como alerta, y ése salió bien. El programa está muy pautado, muy guionado, así que vamos viendo cómo improvisamos a partir de eso. Pero el primer programa fue absolutamente traumático.

¿De qué manera encararon el pasaje del papel a la radio?

Tuvimos que pensar todo de vuelta y adaptarnos a un formato al que no estábamos acostumbrados, porque si bien habíamos hecho algunas cosas en radio, eran columnas o cosas muy puntuales a las que alguien les daba un marco sonoro después. Bueno, acá hubo que empezar de cero, y por eso nos sentimos tan mal en el primer programa. Teníamos todo guionado, pero era un texto escrito llevado a la radio y no pensado desde el sonido. Las artísticas sí estaban grabadas, nos faltaron audios para los informes y esos detalles que en Quemen los bosques (una emisión que en otra época compartieron algunos de los barcelonistas) teníamos muy trabajados. También es verdad que la estructura se va armando con el correr de los programas. Pero sí tuvimos que cambiar la forma de trabajo, aunque después nos damos cuenta que tiene mucho que ver con cómo hacemos la revista. Eso de usar audios sueltos, por ejemplo. Una referencia importante que tenemos para la revista es un suplemento que sacaba Humor llamado “El amarillo”, todo hecho con fotos armadas. Barcelona, entre otras cosas, es hija del Photoshop y de tener una resolución gráfica muy sencilla y contundente. Por más que sea tosca, la tosquedad también hace un estilo. Lo mismo nos pasa con los audios en la radio. Bueno, nos fuimos acomodando para ver quién se encarga de cada cosa y cuál es el momento colectivo para pensar secciones nuevas y todo eso.

Un rasgo característico del estilo de Barcelona es no sólo ser parte del medio (gráfico, televisivo o radiofónico) sino además burlarse de los clichés de ese medio. ¿Cuáles son los elementos de la radio que les dan pie para la burla?

Y, por ejemplo, el hecho de no darle bola al movilero ó estar pensando permanentemente en los canjes, a qué hora llega la comida... todas esas boludeces. O tener un columnista muy sponsoreado, entonces nosotros puteamos al aire: “¿Cómo es que éste consigue tantos auspicios y nosotros nada?”. También el tema de los viajes, un corresponsal que viaja a Londres en primera clase para cubrir lo de Malvinas. Todas esas miserias que, si bien están en el periodismo gráfico, en la radio quedan más expuestas porque los egos están exacerbados. Eso es lo que nos interesa, los lugares comunes del medio. Por otra parte, lo que hacemos en la radio tiene más que ver con la ficción, no estamos atados a la actualidad. Si el programa fuera diario, tal vez habría otra dinámica, pero no estamos atados. Si hay un tema, vamos por ese lado siempre y cuando nos caliente... y sea radial. En la revista, aunque haya un asunto plomazo como el de las reservas y los DNU, tenemos que tratarlo. Pero en la radio no, a lo sumo lo incluimos en una ronda de noticias. No pensamos en que estamos en la radio oficial y algún tema le puede joder al Gobierno, lo que no incluimos es porque no le encontramos la resolución sonora. Si el casamiento gay nos rinde más que los DNU por una cuestión de formato, vamos con eso. Estamos menos atados a la agenda periodística política.

¿Tienen algún programa de radio inspirador, así como en gráfica toman de referencia a Clarín?

No, en radio no tenemos ningún referente, no surgió. Es que al programa no lo veo atado a un modelo en particular. Me parece que Capusotto, con Hasta cuándo, cerró de manera magistral la discusión sobre el formato del programa de AM de la mañana. Nosotros no tenemos tan claro un modelo. Tampoco, en mi caso, soy un gran consumidor de radio como sí soy lector de diarios y prensa gráfica. Igualmente, si escuchás el programa, tiene una estructura de conductores, ronda de noticias, secciones delimitadas, auspicios, movileros… Hay todo eso pero no un patrón, una guía como puede ser Clarín para el caso de Barcelona.